Retomamos la ruta como debe ser, saliendo a primera hora, y entre las primeras brumas fuimos dejando atrás Negreira siguiendo los indicadores a Fisterra. La bruma inicial acabó en un buen "orbayu" y aunque menos, aún se iban encontrando peregrinos. En Vilaserío nos juntamos unos cuantos a desayunar y a resguardarnos del agua temprana. Luego el día fue mejorando y hasta en algunos momentos llegamos a ver el sol. Dejamos atrás Olveiroa sin detenernos y poco después nos encontramos ante la bifurcación a Fisterra, o Muxía. En el cruce de caminos coincidimos con otro curioso peregrino que en solitario y en bicicleta lleva años repitiendo la peregrinación y que nos advirtió de la peligrosa bajada a Cee, que hicimos como siempre con la debida precaución.
Cee y Corcubión están prácticamente al lado, en ésta última hicimos un breve alto para comer y seguimos los pocos kilómetros que nos restaban a Fisterra.
Llegar a Fisterra fue como llegar al fin de muchas maneras, suponía llegar al final del camino, al km. 0, al fin de la tierra, pero había algo más, había otro final menos físico y más espiritual, se respiraba un final en el ambiente, el final para muchos peregrinos. El fin, The End de los Doors resonaba en mi cabeza desde que entramos en Fisterra y pasamos por delante de aquel pub de fachada de colores. This is the end, beautiful friend, this is the end, my only friend, the end.
Sin apenas salir de Negreira entrábamos en Negreiroa
Atravesando pequeñas zonas boscosas
Algo más que bruma
Y algunos peregrinos
Y esas gentes que forman parte del Camino.
Cruceiro en la bajada a Cee
El de la izquierda no es John Belushi aunque lo parezca
En el faro de Fisterra.
En Fisterra volvimos a coincidir con Toño y Carlos, se habían pegado un buen madrugón y ya habían pasado Negreira antes de que nosotros empezásemos a dar pedales. Aquí cargaban sus bicis en el autocar que les llevaría de vuelta a Santiago.
El albergue donde nos alojamos en Fisterra, el Albergue do Sol e da Lúa, un remanso de paz con olor a incienso donde nos hubiésemos quedado muy a gusto unos días de retiro pero el viaje continuaba y al día siguiente seguimos hacía Muxía.
Ahí nos íbamos con buen tiempo, hacia la Costa da Morte, a Muxía. Jornada larga de bicicleta en la que rodamos por la mañana hasta ese destino para dar por finalizado el Camino y seguir ya por carretera hasta donde alcanzáramos en dirección al Ferrol en busca del tren de retorno.
Ya en Muxía subiendo hacia la Iglesia de Santa María.
Y la costa que se abría majestuosa para nuestro deleite.
El Santuario de la Virgen de la Barca.
Un lugar muy bonito que debe ser terrible en invierno cuando las aguas azotan.
El Santuario de la Virgen de la Barca, Muxía.
Muxía siendo el final no dejó de ser lugar de paso, encontramos una buena panadería artesana, dimos cuenta de una buena variedad de sus productos y seguimos por carretera avanzando toda la tarde en la idea de no dejar muy lejos el Ferrol. Así llegamos hasta Laracha donde nos alojamos cómodamente en su modesto hotel, a la mañana siguiente partimos para el Ferrol y a pesar de esos despistes que nunca faltan llegamos a tiempo de coger el tren de las tres y emprender la vuelta a casa.
Fin