Sí, la salida del domingo fue completamente atípica, para empezar la mañana fue espléndida, nada que ver con la suerte de días que nos ha ido regalando este verano, pero no fue atípica exclusivamente por eso, lo fue por la ausencia de "repechinos" y por la presencia de caras nuevas que trajeron nuevos caminos.
Últimamente no me cuadraban bien las salidas dominicales, a veces por la pura pereza de levantarme y encontrarme con días más propios de otra estación, a veces por necesidad de descanso; pero con la esperanza de pasar una buena mañana de domingo y hacer un poco de penitencia por aquellas en las que estuve ausente dirigí mi bicicleta a la rotonda de la Guía. Allí estuve esperando sin más compañía que las estatuas de bronce, ya me extrañó que no hubiera nadie, y cuando vi que pasaban los minutos sin que ninguno de mis compañeros apareciese, empecé a plantearme la posibilidad de agregarme al primer grupo que pasase, no fue necesario, apareció Cortés acompañado de otro biker, de nombre Pedro, al que acababa de conocer mientras aguardaba en vano, junto a la estatua de Pelayo, la llegada de algún otro "repechín".
Así pues, en insólito trío nos dirigimos desde la Guía en dirección a Deva por la senda. A la altura del desvío hacia el camping nos encontramos con tres Pelayos, eran Pepe, Josmar y Juan Blas, que empieza a coger la bici después de probar que en la lucha cuerpo a cuerpo las bicicletas contra los coches llevan las de perder. Al instante nos pusimos de acuerdo para compartir ruta. Subimos a La Olla por los túneles y nos pusimos en dirección a S. Miguel de Arroes. Pepe, un lujo en cabeza, nos descubría nuevos senderos. Por uno de ellos, que da servicio al mantenimiento de los pilares de la autopista, bajamos entre eupcalitos, helechos, zarzas y de todo lo que te puedas encontrar en la jungla, hasta llegar a la carretera que desde el Río España cruza hasta Peón. Espero no me perder cuando me vuelva a adentrar en él sin la confianza de llevar delante un buen pathfinder.
Después subimos La Cruz por la trialera, y en lugar de llegar hasta el alto y meternos en el Cordal, nos desvíamos a la izquierda hasta el área recreativa desde donde, tras una pequeña parada amenizada por las folclóricas notas que salían a todo volumen del coche de un foráneo y madrugador parrillero, cogimos otro espectacular sendero que en descenso nos llevó hasta Arroes. La vuelta la hicimos por carretera cada uno con sus fuerzas y sus prisas. A buen seguro repetiré la ruta o la compañía.