Siempre vuelvo a Lavandera. Es una suerte tener tan a mano una senda que me pone rumbo a uno de mis lugares favoritos. La bicicleta va sola, se conoce cada curva, cada piedra, cada bache. La otra tarde la saqué a pasear; siento mi bicicleta como una mascota silenciosa, como un caballito al que no hay que dar de comer pero que hay que sacar al campo. Juntos atravesamos
miércoles, 26 de agosto de 2009
Por Lavandera
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