Desde que nació tenía reservada plaza en el club de los mediocres y el paso de los años tampoco contribuyó a dar luz a su anodina existencia. Perpetuo aspirante a todo y a nada, pasó por el mundo sin pena ni gloria. Miraba pero no veía, tocaba pero no sentía, nunca se interesaba por nada y nada le importaba, se conformaba con trabajar para ir tirando y siempre en los bares ojeaba los periódicos para pasar el rato, mientras apuraba un vaso de vino, opinando de todo sin saber de nada.¡Que vida más triste!
jueves, 20 de agosto de 2009
Vidas tristes
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