La sexta etapa de nuestro periplo, la que más temíamos, la etapa reina. Resultaron 91 kms. con un desnivel de 2900 m. que pasamos con solvencia. Aun así, reconozco que me pesaron los kms y el desnivel, y tanto el final de esta jornada como la del día siguiente se me hicieron verdaderamente duros.
El día anterior, Eugenio, se había acercado a un taller para hacer un arreglo en los frenos y se había olvidado las gafas, así que salimos despacio y le damos tiempo a él y a Fran para ir a buscarlas. Antes de llegar a Vide, con las gafas recuperadas, estamos al completo y tomamos el desvio a la Serra da Estrela. Subimos por carretera, una carretera con buen firme y una pendiente media del 10% que parecía que no se iba a acabar nunca. Para Jose y para mi que consideramos suficiente con llegar hasta el desvio hacia el lago Comprida, 25 kms., para el grueso del grupo que quiso coronar la cima del Portugal continental llegando hasta el final del puerto, 5 kms. más. En toda la subida sólo una tregua entre el kilómetro 9 y el 12, todo lo demás eran rampas anunciadas con su señal de desnivel: 10%, 12%, 14%.
Mientras nuestros compañeros seguían en dirección al Torre, Jose y un servidor, aprovechábamos para hacernos unas fotos en el lago Comprida y refrescar nuestras gargantas. La espera se hizo eterna junto a los bares-tienda que hay junto al lago y en los que se vende de todo, souvenirs, ropa, comida, bebida...hasta perros ¡pobres animales!
Tras el desayuno posamos para la obligada foto de grupo, a la que se sumó el guardián de la casa y despidiéndonos de Hans y Josephine partimos en dirección a Vide.
El día anterior, Eugenio, se había acercado a un taller para hacer un arreglo en los frenos y se había olvidado las gafas, así que salimos despacio y le damos tiempo a él y a Fran para ir a buscarlas. Antes de llegar a Vide, con las gafas recuperadas, estamos al completo y tomamos el desvio a la Serra da Estrela. Subimos por carretera, una carretera con buen firme y una pendiente media del 10% que parecía que no se iba a acabar nunca. Para Jose y para mi que consideramos suficiente con llegar hasta el desvio hacia el lago Comprida, 25 kms., para el grueso del grupo que quiso coronar la cima del Portugal continental llegando hasta el final del puerto, 5 kms. más. En toda la subida sólo una tregua entre el kilómetro 9 y el 12, todo lo demás eran rampas anunciadas con su señal de desnivel: 10%, 12%, 14%.
Dejábamos Vide
y nos desayunábamos
unas buenas rampas
Aquí Jose y yo decidimos seguir hacia el lago Comprida
mientras Eugenio, Junco, Fran y Javi continuaban su ascenso a lo alto del Torre
Mientras nuestros compañeros seguían en dirección al Torre, Jose y un servidor, aprovechábamos para hacernos unas fotos en el lago Comprida y refrescar nuestras gargantas. La espera se hizo eterna junto a los bares-tienda que hay junto al lago y en los que se vende de todo, souvenirs, ropa, comida, bebida...hasta perros ¡pobres animales!
El lago Comprida, un bonito lago artificial al que con cuentagotas se iban aproximando turistas que se hacían unas fotos junto a él y seguían camino. Me llamó la atención ese hecho y que por el contrario no se viese a nadie con mochilas o ropa de trekking en un lugar con una pinta estupenda para hacer rutas de montaña.
Jose sentado en las escaleras de uno de esos bares-tienda en los que había de todo
hasta se vendían cachorros.
Una vez todos juntos llegó el momento de dar cuenta del embutido que nuestros compañeros habían comprado en las tiendas que hay en el Torre. Aunque parecía mucho, somos gente de gran apetito y dimos buena cuenta. El momento del café lo compartimos en uno de esos bares-tienda con algunos pastores de la zona. Gente amable y simpática que nos dieron mil y una explicaciones sobre por donde coger la pista para seguir nuestra ruta. Había que seguir por la "estrada" hasta una curva en la que a la izquierda nos quedaría un grupo de "piñeiros" y entonces coger la pista que parte a la derecha. Estaba tan claro que hasta nos hubiese sobrado el gps.
Continuamos por una pista pegada a la canalización de agua que nos fue llevando a través de pequeñas presas hasta el Vale de Rossim, un oasis donde calmar nuestra sed y donde alguno hasta se pegó un chapuzón.
Tras la parada continuamos nuestra marcha dejando atrás el paisaje calizo para introducirnos por buenas y despejadas pistas en continuos toboganes.
El cansancio se dejaba notar, las paradas habían sido más largas que de costumbre y aún quedaban bastantes kilómetros. Todo eso pensábamos cuando iniciamos el largo descenso que nos llevaría hasta Linhares, pero en plena bajada atravesamos un precioso bosque de cuento, de sombras acuchilladas por los rayos del sol y troncos llenos de musgo, y una fuente al pie del camino nos invitó al descanso y a dar cuenta de las últimas reservas entre tragos de agua fresca.
Todavía quedaba mucho descenso y entre medias alguna que otra subida antes de entrar en la larga bajada que nos pondría a los pies de Linhares, y digo bien, porque nos puso a los pies y tuvimos que subir hasta la cabeza y ese tramo final en ascenso sobre un firme de arena y piedra me dejó con lo justo para llegar al destino.
Continuamos por una pista pegada a la canalización de agua que nos fue llevando a través de pequeñas presas hasta el Vale de Rossim, un oasis donde calmar nuestra sed y donde alguno hasta se pegó un chapuzón.
Sin más averías que algún pinchazo
La parada en el Vale do Rossim
de la que costó ponerse en marcha
Esta parte de la ruta fue un continuo sube y baja
de loma en loma, de colina en colina, fuimos despachando todo el cordal
Una torre de vigilancia del servicio de extinción de incendios
El descenso fue tan largo que pasamos por todos los tipos de terreno y de vegetación, zonas limpias, zonas de tierra, zonas con piedra, bajadas francas y otras más trialeras, zonas abiertas, zonas de escobas, helechos...
El castillo y la muralla de Linhares da Beira a la vista, primero abajo
y luego arriba.
Recorriendo las calles empedradas de la preciosa aldea de Linhares
Hasta llegar a la plaza donde se encontraba el Café Mimoso. No podemos dar fe de como era el café pero la sangría estaba estupenda.
El alojamiento para ese día estaba previsto en el camping de la Quinta das Cegonhas en Vila Cortez da Serra y fue un chasco descubrir que estaba a 11 kms. de Linhares, así que lo primero que hicimos fue preguntar si donde estábamos había donde dormir. El propietario del restaurante Cova da Loba, donde cenamos esa noche, tuvo la amabilidad de gestionarnos el alojamiento y fue todo un lujo hacerlo en el Inatel Linhares da Beira que nos salió por 51€ la habitación doble con desayuno. Nosotros correspondimos a su buena disposición reservando cena para seis en su estupendo restaurante al que accedimos, después de una reconfortante ducha, desfilando delante de la media docena de coches de buena marca que estaban estacionados a la puerta. Disfrutamos y paladeamos un menú de degustación compuesto por cinco sabrosos platos por el módico precio de 19'90€, bebida aparte. Daban ganas de quedarse allí para siempre.
La anécdota del día la puso Javi cuando desde Linhares telefoneó para anular la reserva en la Quinta das Cegonhas alegando que estábamos perdidos por el monte justo en el momento en que sonaban las campanadas del reloj en la plaza. Y es que la ley de Murphy es implacable.
La anécdota del día la puso Javi cuando desde Linhares telefoneó para anular la reserva en la Quinta das Cegonhas alegando que estábamos perdidos por el monte justo en el momento en que sonaban las campanadas del reloj en la plaza. Y es que la ley de Murphy es implacable.
El Inatel Linhares
donde los edificios nuevos y los viejos se combinaban en perfecta armonía
Buenas habitaciones
y buenas vistas de la Sierra de la Estrella
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Enorme el día que os zampasteis. No sé si pudisteis disfrutar plenamente del alojamiento y de esa cena ya que los huesos pedirían cama urgentemente.
ResponderEliminarLlueve en Buenos Aires y nada mejor que ir de recorrida con ustedes!!!
ResponderEliminarEl Vale de Rossim es un belleza!!! Ni que hablar del lugar donde descansaron luego...
Qué tremenda aventura!!!
Les sigo la huella!!!
Abrazo porteño, mi bro!