Tras las sombras de la duda,
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías.
Llegó el final, siempre llega ese día en que todos nos levantamos con la misma idea en la cabeza: ¡Vamos a por la última! Por mi parte, tenía ganas, en pocos momentos pudimos disfrutar de pistas tranquilas en las que poder ir contemplando el paisaje, hablando tranquilamente y haciendo fotos. Cuando no estábamos de uno en uno por esos senderos de Dios, andábamos bajando por sitios malos o rápidos. Y las subidas, siempre exigentes, no permitían en muchas ocasiones disfrutar de lo que teníamos alrededor en la medida que nos hubiese gustado. Tenemos pocas fotos, y todas las que no se hicieron son la mejor prueba de que la cosa pinto durilla.
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías.
Llegó el final, siempre llega ese día en que todos nos levantamos con la misma idea en la cabeza: ¡Vamos a por la última! Por mi parte, tenía ganas, en pocos momentos pudimos disfrutar de pistas tranquilas en las que poder ir contemplando el paisaje, hablando tranquilamente y haciendo fotos. Cuando no estábamos de uno en uno por esos senderos de Dios, andábamos bajando por sitios malos o rápidos. Y las subidas, siempre exigentes, no permitían en muchas ocasiones disfrutar de lo que teníamos alrededor en la medida que nos hubiese gustado. Tenemos pocas fotos, y todas las que no se hicieron son la mejor prueba de que la cosa pinto durilla.
Todos los días son buenos si no te despiertas escuchando la lluvia, y salvo la mojadura de nuestra primera tarde por tierras francesas el tiempo nos estaba respetando. Los días eran grises pero hasta eso se agradecía. Dejamos nuestro alojamiento de Le Bois Perche y desandamos los últimos kilómetros del día anterior, enseguida entramos en harina. Ni cuatro kilómetros habían pasado y ya estábamos metiéndonos una subida de las buenas que nos internaba otra vez en pleno monte, era el turno del Col du Lac, y cómo siempre que nos veíamos por esos lugares en los que la duda formaba parte de la travesía, llegados a un cruce optamos por coger una pista descendente que nos sacaba de un posible embrollo. Así nos descolgamos hasta Sengouagnet desde donde continuamos por carretera ascendiendo al Col de Buret.
En el Col de Buret abandonamos la carretera para entrar en una muy buena pista, la pista forestal de La Couage, un bosque impresionante. La subida es dura, cuatro kilómetros sin descanso que con el calor y la humedad nos hace sudar a base de bien.
En Sengouagnet.
En el Col de Buret abandonamos la carretera para entrar en una muy buena pista, la pista forestal de La Couage, un bosque impresionante. La subida es dura, cuatro kilómetros sin descanso que con el calor y la humedad nos hace sudar a base de bien.
Con Carlos en el Col de Buret.
La estupenda pista forestal de la Couage.
A partir de este indicador la pista suavizaba.
Después seguimos llaneando por la pista hasta salir al Col de Menté, nuestro último punto de sellado antes de llegar a Vielha.
Dejando atrás el Col de Menté seguimos subiendo a la parte alta de la estación de esquí de Le Mourtis. La salida a través del último estacionamiento para internarnos de nuevo en pleno monte nos deja confundidos, no encontramos las referencias que figuran en el roadbook que habla de dejar a la derecha una torre eléctrica que no vemos por ningún lado. Optamos por seguir la pista principal y las marcas de circuito de btt que hay en los árboles y vamos avanzando con la confianza, no total, de pensar que no puede ser por otro sitio.
Más adelante nos encontramos con una tala que nos bloqueaba completamente la pista y nos obligó a hacer equilibrios, pasamos sujetándonos con una mano a los troncos mientras con la otra cargábamos con la bicicleta. No sé como no fuimos ladera abajo, pero pasamos y confirmamos que estábamos en el camino de Argut Dessus. Si alguien dice que las bicicletas erosionan la montaña es que nunca ha visto como quedan los caminos durante una tala. Por cierto que los franceses no gritan eso de ¡tronco, va!, y nos pusieron con el corazón a doscientos cuando oímos como tronaba por encima de nosotros. Ahí se ve que siempre se puede dar un poco más porque nos pusimos a dar pedales como locos antes de que algún pino nos enterrase con bici incluida.
Dejando atrás la estación de esquí de Le Mourtis.
Más adelante nos encontramos con una tala que nos bloqueaba completamente la pista y nos obligó a hacer equilibrios, pasamos sujetándonos con una mano a los troncos mientras con la otra cargábamos con la bicicleta. No sé como no fuimos ladera abajo, pero pasamos y confirmamos que estábamos en el camino de Argut Dessus. Si alguien dice que las bicicletas erosionan la montaña es que nunca ha visto como quedan los caminos durante una tala. Por cierto que los franceses no gritan eso de ¡tronco, va!, y nos pusieron con el corazón a doscientos cuando oímos como tronaba por encima de nosotros. Ahí se ve que siempre se puede dar un poco más porque nos pusimos a dar pedales como locos antes de que algún pino nos enterrase con bici incluida.
Sin más problemas alcanzamos el desvío a Argut Dessus, bajada técnica que se complicó en la parte final al convertirse en un camino enlosado y pendiente por el que el agua bajaba arrollando. Atravesamos el bonito pueblo de Argut Dessus y continuamos por carretera hasta Argut Dessous. Sí, se parece, pero no es lo mismo. Dessus-Arriba. Dessous-Abajo.
En Argut, Carlos sufrió un pinchazo feo, una piedra le hizo un corte en la cubierta y se coló dentro, hasta la cámara. Cambiamos la cámara, colocamos un parche para tubeless en la cubierta y nos replanteamos la ruta por carretera para evitar correr riesgos. Largo se hizo.
Carlos y un servidor en Lez. Una parada para comer al pie del río.
Y ya en Vielha con el objetivo cumplido y nuestros maillots de Pedales de Occitania.
Un día más no nos hubiese sobrado para hacer estos Pedales de Occitania disfrutándolos algo más, pero a la hora de la verdad la conclusión final es que el paraíso lo tenemos en nuestra casa y sólo tenemos que abrir la puerta ¡Suerte de vivir en Asturias! No hay senderos, ni montañas, ni bosques, ni puertos que no podamos comparar con los de cualquier parte.
Muy buenas narraciones. La experiencia fue estupenda. Ahora toca ir pensando en la próxima.
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