Las imágenes, regalo de mi modesta Lumix, son las mismas que contemblaba sentado en un banco del paseo, las proyecciones ponían color a la fachada de la pequeña Notre Dame. Mientras, un virtuoso músico ambulante se empeñaba, acariciando su violín, en que el instante tuviera esa magia que lo hacía irrepetible.
Gracias, Jose!
ResponderEliminarNo se me ocurre otra forma más descriptiva para comentar esta entrada.
Cariños atravesando el océano!
Siempre nos regalas esas imagenes,en las que podemos imaginar como es el entorno en ese momento,en esta ocasión
ResponderEliminaresa NOTRE DAME que tienes tan cerca y el acompañamiento de unos toques de violín podríamos decir que la Navidad esta llegando.Un saludo
Estoy tan ocupada inmersa en mi autocompasión, que camino por mi ciudad sin ver ni oir, y mucho menos sentir...
ResponderEliminarGracias Jose Luis...
Desde luego que sabemos apreciar un momento de paz, más aún si eres tú quien nos lo obsequias. Voy a contemplar esa panorámica mañana mismo, espero ser tan afortunada como tú y ser acariciada por el llanto del violín. ¡Qué bello, gracias de corazón por regalar belleza y paz, qué corazón tan generoso tienes!
ResponderEliminarNo sé si habrás sido acariciada por el llanto del violín o por la luz de la luna llena, pero si te ha acompañado la fortuna lo habrás sido por ambas. Quedó una buena tarde para el paseo.
ResponderEliminarGracias por los comentarios.