jueves, 11 de octubre de 2012

Linhares - Rabaçal. Etapa 7. Ruta Aldeas Históricas. G. R. 22. Portugal.

Penúltima etapa de la ruta que afrontábamos con optimismo durante el desayuno sabiendo que los kilómetros más duros habían quedado atrás, después el día nos depararía la que para mi resultó la jornada más larga. Ya no empezó bien la mañana cuando al ir a recoger las bicis nos encontramos con que la mayoría estaban pinchadas. A las puertas de la Posada de Linhares ¡Qué buen lugar!, empezamos a reparar. Javi, Junco, Fran y Jose se dieron una vuelta por el pueblo y subieron hasta el castillo mientras Eugenio y un servidor nos afanábamos en arreglar pinchazos, eso supuso que la foto de grupo resultase por primera vez incompleta.
La cosa no siguió mejor. Cuando acabamos con nuestra tarea no encontramos a nuestros compañeros y nos lanzamos por el empedrado camino de salida guiados por las marcas del G.R. y por las indicaciones de una lugareña que no nos debió de entender cuando le preguntamos si había visto pasar a otro grupo en bici y nos contestó que sí. Tras un alto en la bajada y superado el malentendido continuamos nuestra ruta y nos hacemos otra foto en las afueras de Linhares, un pueblo pequeño y muy bonito que recuerda a Monsanto con sus callejuelas y casas de piedra integradas también entre rocas naturales.
Una calleja de Linhares

y su castillo

El restaurante Cova da Loba, donde tan bien nos trataron y donde nos regalamos una merecida y excelente cena.

Fran, Jose, Javi y Junco a los pies del castillo de Linhares

A partir de aquí ya estábamos reagrupados

 y una foto de grupo incompleta, falta Junco que estaba al otro lado de la cámara.

Resultaron 65 kilómetros que además fueron en buena parte muy favorables, el desnivel se concentraba a partir del 40 y tampoco era excesivo pero se notó el esfuerzo del día anterior.

La increible sucesión de pinchazos  y  el calor agobiante durante todo el día, convirtió lo que tenía que ser un paseo en una etapa dura.


 Pinchazo. Así todo el día ¡Increible!






Más pinchazos. Esta vez reparamos en una zona de sombra y teníamos donde sentarnos.

Por caminos
pequeñas carreteras de escaso tráfico

y algún sendero

llegamos a Aldeia Nova

En Aldeia Nova nos aprovisionamos y paramos a comer en el bar que está junto a la piscina municipal. Un camarero sordomudo no tuvo ningún problema para entenderse con nosotros y servirnos toda la bebida que pedimos y que más que beber, abrevamos. Mis compañeros iban durante la sobremesa a ver el final de etapa del Tour de Francia y a cambio se desparramaron a dormir la siesta. Esas imágenes me las reservo.

 Dejando atrás Aldeia Nova, la ruta continua introduciéndonos en un valle. La salida, como no puede ser de otra forma, en ascenso. 

Futuros ruteros, ¿veis la foto? pues cuando el asfalto se acaba hay que seguir el camino que avanza por la ladera que queda a la izquierda. Nosotros seguimos solo unos decenas de metros por la que se introducía en la ladera de la derecha que no es la buena. ¿Calor? Más que en el Infierno.


Y que no falte un pinchazo. Alguno hasta se agradecía para poder coger aire, pero fueron una constante perdida de ritmo.





Esta serie corresponde al tramo de valle y salida por el consiguiente collado después de dejar Aldeia Nova.

Después de salir del valle el pedalear resultó más fácil y entretenido. Paramos a llenar los bidones en Venda do Cepo y continuamos entrando en una zona de pinares con pendientes muy llevaderas por las que transitamos agrupados y a ritmo tranquilo.






La última parte transcurrió por caminos de arena y pequeños toboganes, el paisaje era parecido al que habíamos atravesado el día anterior cuando dejamos atrás el Vale do Rossim pero a menor altura.

Y daba igual que hubiera, piedra, hierba o arena que seguíamos pinchando. Ya habíamos perdido la cuenta hace mucho.

Los pinchazos de Jose necesitaban más personal que los cambios de formula 1 debido al montaje de su portabultos, al que nos referíamos como la paellera. 











La parte final con el sol cayendo fue muy bonita. Descenso por pista ancha de buen firme y algunos viñedos.

A pesar del cansancio se trató la posibilidad de adelantar la salida de la última etapa, acostarnos pronto, levantarnos de madrugada e ir restando tiempo a nuestro regreso, pero al llegar a Rabaçal y descubrir el lujoso alojamiento que nos aguardaba, no hubo dudas, disfrutaríamos de un buen descanso en nuestra última noche en Portugal.













 Unas fotos de Casa do Redondo, donde también habíamos previsto la cena, una casa solariega del siglo XVIII, que era un auténtico museo, despedirse de sus salones y tomar dirección a sus aposentos no fue tarea fácil.


2 comentarios:

  1. Gracias por compartir tus fotos y excursión por aqui... Portugal tiene unos paisaje y unos pueblos preciosos, más de lo que me imaginaba.

    saludos.

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  2. Qué bonita aventura!
    En verdad, me acabas de abrir los ojos sobre Portugal! Es una tierra bellísima!!!
    Viajo contigo, bro!
    Un abrazo transoceánico! :)

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