Viajes con Heródoto es el título de un libro del periodista y escritor polaco, ya fallecido, Ryszard Kapuscinski. Es un libro difícil de clasificar porque mezcla anécdotas de su experiencia personal como corresponsal en distintos países con pasajes de la Historia de Heródoto. Aunque lo leí hace tiempo hay algo que quiero compartir.
Segunda Guerra Médica, el rey de Persia, Jerjes, se dirige con su poderoso ejército* contra Grecia y Esparta.
Durante todo el tiempo acompaña a Jerjes la sensación de incertidumbre. Este gusano no para de corroerlo. Lo oculta bajo actitudes cargadas de altivez y soberbia. Para sentirse más afianzado, interiormente fortalecido y seguro de su poderío, organiza revistas de las tropas, tanto terrestres como navales. La visión de tamaña mole debe dejar patidifuso, quitar el aliento. El número de flechas disparadas al mismo tiempo de todos los arcos es tan desmesurado que tapa el sol. El número de navíos es incalculable, hay tantos que no se ve el agua de la bahía: Estando ya Jerjes en Ábidos, quiso ver reunido a todo su ejército. Habían levantado los abidenos encima de un cerro, conforme a la orden que les había dado, un trono primorosamente hecho de mármol blanco. Sentado en él, Jerjes estaba estaba contemplando todo su ejército de mar y tierra esparcido por aquella playa. Este espectáculo despertó en él la curiosidad de ver un remedo de batalla naval.(...) Una vez celebrado el mismo, quedó el rey muy complacido, tanto por el simulacro como por la vista de la armada. Viendo Jerjes todo el Helesponto cubierto de naves, y llenas asimismo de hombres todas las campiñas de los abidenos, primero se tuvo por el mortal más feliz y de tal se alabó, pero poco después prorrumpió en llanto.
¿El rey llora?
Su tío Artábano, al verlo deshecho en lágrimas, dirige a Jerjes estas palabras: "Majestad, ¿qué novedad es esta? ¡Poco ha feliz en vuestra opinión, al presente lloraís!". "No lo admires- replicole Jerjes-, pues al contemplar mi armada me ha sobrecogido un afecto de tristeza, doliéndome de lo breve que es la vida de los mortales, y pensando que en tanta muchedumbre de gente ni uno solo quedará al cabo de cien años"
Y eso es lo que debemos recordar, que no somos eternos, que nadie lo es, que de los cerca de 7.000 millones de habitantes que hay en la Tierra ninguno estará vivo dentro de ciento cincuenta años... y que las guerras no tienen sentido, y que el hambre no tiene sentido y que el sufrimiento no tiene sentido, el MAL no lo tiene. Para el poco tiempo que estamos aquí que pena que no seamos capaces de hacernos la vida más fácil los unos a los otros. Carpe diem.
Segunda Guerra Médica, el rey de Persia, Jerjes, se dirige con su poderoso ejército* contra Grecia y Esparta.
Durante todo el tiempo acompaña a Jerjes la sensación de incertidumbre. Este gusano no para de corroerlo. Lo oculta bajo actitudes cargadas de altivez y soberbia. Para sentirse más afianzado, interiormente fortalecido y seguro de su poderío, organiza revistas de las tropas, tanto terrestres como navales. La visión de tamaña mole debe dejar patidifuso, quitar el aliento. El número de flechas disparadas al mismo tiempo de todos los arcos es tan desmesurado que tapa el sol. El número de navíos es incalculable, hay tantos que no se ve el agua de la bahía: Estando ya Jerjes en Ábidos, quiso ver reunido a todo su ejército. Habían levantado los abidenos encima de un cerro, conforme a la orden que les había dado, un trono primorosamente hecho de mármol blanco. Sentado en él, Jerjes estaba estaba contemplando todo su ejército de mar y tierra esparcido por aquella playa. Este espectáculo despertó en él la curiosidad de ver un remedo de batalla naval.(...) Una vez celebrado el mismo, quedó el rey muy complacido, tanto por el simulacro como por la vista de la armada. Viendo Jerjes todo el Helesponto cubierto de naves, y llenas asimismo de hombres todas las campiñas de los abidenos, primero se tuvo por el mortal más feliz y de tal se alabó, pero poco después prorrumpió en llanto.
¿El rey llora?
Su tío Artábano, al verlo deshecho en lágrimas, dirige a Jerjes estas palabras: "Majestad, ¿qué novedad es esta? ¡Poco ha feliz en vuestra opinión, al presente lloraís!". "No lo admires- replicole Jerjes-, pues al contemplar mi armada me ha sobrecogido un afecto de tristeza, doliéndome de lo breve que es la vida de los mortales, y pensando que en tanta muchedumbre de gente ni uno solo quedará al cabo de cien años"
Y eso es lo que debemos recordar, que no somos eternos, que nadie lo es, que de los cerca de 7.000 millones de habitantes que hay en la Tierra ninguno estará vivo dentro de ciento cincuenta años... y que las guerras no tienen sentido, y que el hambre no tiene sentido y que el sufrimiento no tiene sentido, el MAL no lo tiene. Para el poco tiempo que estamos aquí que pena que no seamos capaces de hacernos la vida más fácil los unos a los otros. Carpe diem.
*Aunque las crónicas hablaban de 500.000 hombres no se cree que pudieran ser más de 250.000.
Nada es importante, y todo es relativo, y sin embargo...cuan miserables nos sentimos por pequeños inconvenientes que apenas afectan nuestras vidas...
ResponderEliminarEs lo que tiene ser humano...que no encajamos bien, el no ser dioses..
Si es que somos humanos y todos tenemos fecha de caducidad amigo con lo cual se pierde la importancia de esas cosas
ResponderEliminarMe gusta descubrir que Jerjes tenia corazoncito
Un beso
"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida".
ResponderEliminarSiempre he pensado que la brevedad de la vida es lo que le da sentido....nada mas aburrido que la vida eterna.
ResponderEliminarSaludos de Alberto (alloriau)
Vida, cuatro letras que apenas se pronuncian cundo llega la muerte.
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