El sábado mi compañera sin piernas me bajó a la playa, dejó su rastro de serpiente sobre la arena y me mostró de cerca lo que otras veces veo de lejos. Otras miradas.
La bajamar se llevó la mortaja y pude ver los pobres restos del muerto. A principios del siglo pasado el balneario de Las Carolinas se alzaba como un palafito sobre la playa de San Lorenzo, estos son sus huesos.
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