Todas las conozco, las sensaciones buenas, las malas y las regulares. Basta con subirse encima de la bicicleta y dar dos pedaladas, esas primeras son suficientes para anunciarte como te irá la jornada. Si la sensación es buena, te alegrará encontrar, al salir de la curva ciega, una montura a lo lejos. Un objetivo al que dar alcance, una meta volante en movimiento, una presa para un cazador. Pedalearás con más ganas, incrementarás el ritmo hasta llegar a su altura, y dependiendo de las fuerzas, le pasarás como una flecha o te convertirás durante unos instantes en su sombra. Para él, no sé que será peor.
¿Saldrías con herramientas, no? Lo digo por aquella vez que tuviste que patear un buen trecho para volver a casa.
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