Había algo flotando en el ambiente, algo distinto, algo extraño, no sabría decir exactamente el qué. Seguramente no era una cosa sola sino la suma de varias, lo presentía a medida que avanzaba por la estancia vacía. El suelo y las paredes eran de aséptico mármol negro, lúgubre como un cementerio. Detrás del mostrador del mismo mármol de panteón, la mirada fija del funcionario me atravesaba ausente por encima de las gafas de pasta. No me extrañó que no me contestara cuando le di los buenos días, porque supuse que sus oídos se habrían acostumbrado a hacer de filtro de palabras vanas, tampoco me sorprendió que aguantase impertérrito mi soliloquio de Segismundo durante quince minutos en busca de una hoja de reclamaciones que no me extendió, porque pensé que estaría harto de escuchar problemas de todo tipo de personas que a él ni le van ni le vienen, pero cuando giré y vi el pedestal de la bella Juana de Arco, lo entendí todo, en aquel museo todo era de cera.
pues si te animas a visitarlo ya veras como merece la pena, ya sea en invierno o en verano... bueno, yo en invierno no he subido nunca, pero en verano es una pasada, esta lleno de vida, ves unas libelulas de colores que son una pasada, y muchos más bichos, y el agua esta cojonuda... eso sí, llevate un buen protector solar, por que no veas como quema el aire por ahí arriba, en pocos minutos te abrasa.
ResponderEliminarHey brother! Ne sorprendiste gratamente con este post. Me gusta la forma, la fina ironía y el final. Te salió redondo. Enhorabuena! Besos desde la orilla de enfrente! :D
ResponderEliminarDivertidamente irónico, muy bueno, me encanta
ResponderEliminarUn beso y buena semana