martes, 18 de mayo de 2010

Cuando ruedas solo





Rodar solo es realmente distinto a rodar en compañía, no importa si ésta es escasa o numerosa, si te acompaña uno, o si te acompañan una docena; la conversación hace que te distraigas de la dureza del camino, el pedalear se hace ameno, reparas menos en los detalles y piensas menos en el esfuerzo; pero cuando ruedas solo los sentidos se agudizan. Notas cuando vas realmente acoplado a tu bici y cuando te fundes con el entorno como otro animal más. Anteayer mientras subía por la pista hacia el Cordal de Peón con el sol en lo alto escuchaba otros sonidos que sustituían las habituales charlas, escuchaba a los grillos, oía los cencerros de las vacas, escuchaba a las lagartijas ocultarse entre la hierba, escuchaba el rodar de mi bicicleta y hasta los latidos de mi corazón. Pero también me llegaban otras sensaciones, sentí el frescor del agua salpicándome el culotte y empapando mis zapatillas al atravesar un charco de esos que ocultan los bujes, sentí el cansancio, sentí el silencio, sentí el frío, sentí que tenía que ir con cuidado,- como siempre cuando va uno solo por esos lugares donde no es fácil encontrar ayuda- sentí un par de espinas clavadas en mi rodilla y mis ojos disfrutaron de la visión del corzo que me mostró el camino antes de perderse en la espesura.

3 comentarios:

  1. Nada comparable con un monólogo de Rubiera,ni peor ni mejor,diferente

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  2. Si tuviera que elegir, prefiero esos dos pinchazos en la rodilla que en una rueda. Duelen más pero joden menos.

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  3. ahi,joson que pena me das vete tan solu en solitariu,rodadon solu despues de ver pasar casi por delante a tu peloton dominical, la verdad como jode queda uno dando la cabeza ,pero tranquilo hombre hay mas dies que longanizes.Barrancas.

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