Ayer, a la taurina hora de las cinco de la tarde mientras Nadal empezaba a dar buena cuenta de Djokovic y los forofos sportinguistas se disponían a sufrir un domingo más, cogí mi bike y relajando los brazos sobre el manillar dejé que me fuera llevando con su querencia natural hacia la vía verde. Enseguida me di cuenta de que estaba tan gris como el día pero para los que no nos dio Dios la genética está el plato de veintidos. Me encaminé en solitario hacia el picu que tenía una nube anclada a su cima como un pequeño Kilimanjaro y empezando la subida me encontré, en una curva junto a la cuneta, el libro de John Le Carré " El hombre más buscado", lo cargué en la mochila esperando que no sea tan malo como para justificar su abandono y no sin sufrimiento seguí hasta el mirador, que ayer era menos mirador que nunca.
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