No soy un anciano decrépito, no tengo la espalda encorvada, ni una canosa barba a modo de babero pero las cosas han cambiado mucho desde que era niño y guardo algunos recuerdos.
En las calles en las que jugaba de pequeño apenas pasaban coches, no había peligros, todos nos conocíamos y todos nos conocían, un privilegio por haber nacido en el viejo barrio de pescadores, en la vieja y originaria Gigia. En aquellos días en los que el mundo se reducía al entramado de calles que cada uno disfrutaba alrededor de su casa y en los que salir al extramundo era ir cada día hasta el colegio, que quedaba a unos pocos metros del Ayuntamiento, sólo tengo el recuerdo de dos personas que por su exotismo destacaban entre el resto.
Gijón es una ciudad abierta al mar y con un puerto importante, así que no era difícil encontrarse con marineros de otros paises, pero fijos residentes que yo conociera en mi infancia, sólo recuerdo dos, un chino y un marroquí. El chino se casó con una nativa y vivió en la gijonesa plaza de la Soledad, su casa estaba pegada a la de mis bisabuelos, regentaba un mesón en la planta baja y fabricaba farolillos y adornos de papel que lucían muy bonitos en las fiestas del barrio y durante el resto del año en el corredor de su casa. Un moro frecuentaba el barrio por aquel entonces, vestido con la tradicional chilaba se dedicaba a la venta ambulante, iba por las calles y los bares portando su muestrario de relojes, pulseras, bolígrafos y cosas por el estilo. Le llamábamos Chomil porque con él siempre había que regatear y cuando le preguntaban el precio de algo, él respondía a todo: "chomil, chomil". Chomil era simpático y lucía una dentadura enorme como la de un camello. Mi amigo Roberto solía bromear con él, cogía una bandeja de pinchos de la barra del bar de su padre y se la ofrecía a Chomil diciendo: ¿Chomil, un poco de jamón?¿Un poco de chorizo? y Chomil salía corriendo y detrás de él Roberto hacía lo propio con la bandeja en la mano, nos reíamos mucho. ¡Que tiempos!
A Chomil nunca se le hubiera pasado por la imaginación denunciar a nadie, como han hecho los padres del niño musulman que se sintió ofendido porque el profesor utilizó como ejemplo para ilustrar una lección la curación de un alimento tan español como un jamón. ¡Que tontería! una cosa es que no lo coman, pero que no se nombre ya es rizar el rizo. Ya me imagino lo que hubiese pasado en mi colegio de haber ocurrido una gilipollez semejante, todos hubiesemos empezado a decir: ja-món-ja-món-ja-món-ja-món-ja-món-ja.
En las calles en las que jugaba de pequeño apenas pasaban coches, no había peligros, todos nos conocíamos y todos nos conocían, un privilegio por haber nacido en el viejo barrio de pescadores, en la vieja y originaria Gigia. En aquellos días en los que el mundo se reducía al entramado de calles que cada uno disfrutaba alrededor de su casa y en los que salir al extramundo era ir cada día hasta el colegio, que quedaba a unos pocos metros del Ayuntamiento, sólo tengo el recuerdo de dos personas que por su exotismo destacaban entre el resto.
Gijón es una ciudad abierta al mar y con un puerto importante, así que no era difícil encontrarse con marineros de otros paises, pero fijos residentes que yo conociera en mi infancia, sólo recuerdo dos, un chino y un marroquí. El chino se casó con una nativa y vivió en la gijonesa plaza de la Soledad, su casa estaba pegada a la de mis bisabuelos, regentaba un mesón en la planta baja y fabricaba farolillos y adornos de papel que lucían muy bonitos en las fiestas del barrio y durante el resto del año en el corredor de su casa. Un moro frecuentaba el barrio por aquel entonces, vestido con la tradicional chilaba se dedicaba a la venta ambulante, iba por las calles y los bares portando su muestrario de relojes, pulseras, bolígrafos y cosas por el estilo. Le llamábamos Chomil porque con él siempre había que regatear y cuando le preguntaban el precio de algo, él respondía a todo: "chomil, chomil". Chomil era simpático y lucía una dentadura enorme como la de un camello. Mi amigo Roberto solía bromear con él, cogía una bandeja de pinchos de la barra del bar de su padre y se la ofrecía a Chomil diciendo: ¿Chomil, un poco de jamón?¿Un poco de chorizo? y Chomil salía corriendo y detrás de él Roberto hacía lo propio con la bandeja en la mano, nos reíamos mucho. ¡Que tiempos!
A Chomil nunca se le hubiera pasado por la imaginación denunciar a nadie, como han hecho los padres del niño musulman que se sintió ofendido porque el profesor utilizó como ejemplo para ilustrar una lección la curación de un alimento tan español como un jamón. ¡Que tontería! una cosa es que no lo coman, pero que no se nombre ya es rizar el rizo. Ya me imagino lo que hubiese pasado en mi colegio de haber ocurrido una gilipollez semejante, todos hubiesemos empezado a decir: ja-món-ja-món-ja-món-ja-món-ja-món-ja.
Si que me acuerdo de Luis "el chino".que era como mi padre le había rebautizado y de chomil que era respetado por todo el mundo,bromas aparte.
ResponderEliminarEran otros tiempos,en algunos apectos mejores que los de ahora,vamos a tener que volver a los tiempos de la reconquista o si no, no sé a donde vamos a llegar
Cada dia que pasa no doy credito a estas noticias.Vamos a ver morito:yo estuve en Siria hace unos años,en dos ciudades,Alepo y Hamma,bastante radicales por cierto,si una mujer iba o entraba en cualquier lugar,vestida a la manera occidental la comian con trapos y todo.No digo nada si entrabas en una mezquita en manga corta,o pantalon por debajo de la rodilla,te querian matar con la mirada.LLegan aqui y todo son derechos para ellos,si soy el maestro llevo un jamon y me lo como con los alumnos,el morito que coma datiles mientras tanto.Ya estoy hasta los h.... de tanta alianza de civilizaciones.El que venga aqui a cobrar ayudas sociales que se adapte sino pa casa en patera.
ResponderEliminarestoi de acuerdo totalmente conla opinión de Rubi, nosotros, en nuestros viajes algún pais de religión musulmana nos tuvimos que adadptar a sus costumbres, y aquí, una minoría nos va a acabar por condicionar, y sino al tiempo.
ResponderEliminarRealmente están consiguiendo que nos volvamos racistas aunque no queramos
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