Si, estamos evolucionando, no nos importa perder las muelas del juicio y damos por hecho que en algún punto de nuestra progresiva adaptación al medio, nuestros congéneres acabarán con pies de cuatro dedos o incluso ninguno. Quizás, al final, nuestros pies se parezcan más a los de los patos que a los de los monos. Es sabido que las cosas que no se utilizan, con el tiempo están condenadas a desaparecer. Esto que pasa lentamente en la naturaleza, sucede, y rápidamente con los avances tecnológicos, siempre se elimina lo superfluo, todo lo que deja de tener utilidad ¿Todo? ¡No! Los irreductibles intermitentes, resisten todavía y siempre...
Hace unos días un amigo me contaba que había llevado su querida vespa al taller porque los intermitentes de su moto eran tan intermitentes que funcionaban sólo de vez en cuando. No bastaba con que accionase el interruptor. Adoptando una característica tan humana como el capricho, los intermitentes parpadeaban o no, dependiendo del día. Esto mismo se lo explicaba a su mecánico (a su honrado mecánico -añadiría yo-), que con fina ironía, le respondía: ¿Y para que los quieres, has visto a alguien que los utilice? Eso ya no lo utiliza nadie. Cuando te fallen, indícalo con la mano.
Y es verdad, como no se invente el sistema que reconozca en nuestra mente nuestro deseo de cambiar de dirección y los active mecánicamente, dará igual lo caro que sea el coche, el intermitente será una parpadeante, caprichosa, e irreductible luz naranja que funcionará sólo cuando el intermitente y caprichoso cerebro nos recuerde que debe advertir al resto de esas intenciones que sólo el conoce. Y a veces, ni él.
Hace unos días un amigo me contaba que había llevado su querida vespa al taller porque los intermitentes de su moto eran tan intermitentes que funcionaban sólo de vez en cuando. No bastaba con que accionase el interruptor. Adoptando una característica tan humana como el capricho, los intermitentes parpadeaban o no, dependiendo del día. Esto mismo se lo explicaba a su mecánico (a su honrado mecánico -añadiría yo-), que con fina ironía, le respondía: ¿Y para que los quieres, has visto a alguien que los utilice? Eso ya no lo utiliza nadie. Cuando te fallen, indícalo con la mano.
Y es verdad, como no se invente el sistema que reconozca en nuestra mente nuestro deseo de cambiar de dirección y los active mecánicamente, dará igual lo caro que sea el coche, el intermitente será una parpadeante, caprichosa, e irreductible luz naranja que funcionará sólo cuando el intermitente y caprichoso cerebro nos recuerde que debe advertir al resto de esas intenciones que sólo el conoce. Y a veces, ni él.
Yo sí pongo los intermitentes....y me cago en todo aquél que no lo hace!!! Me da mucha rabia eso...
ResponderEliminar¡Eh, eh! yo también, por supuesto, que hay que dar ejemplo. Pero hay tanta gente que no los utiliza que vamos a acabar siendo una especie en vías de extinción.
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