Creo que no haya nadie de los que salimos habitualmente en bici que no haya sufrido alguna vez algún encuentro desafortunado con el mejor amigo del hombre, yo no es que haya tenido muchos pero naturalmente alguno es inevitable. Hace unos años bajando del Picu'l Sol una derrapada me dejó ante una pareja de rottweiler obligándome a poner pie tierra y a utilizar mi bicicleta como parapeto mientras me encomendaba a todo el santoral. Aquel día debí de salvar el pellejo gracias al apoyo en las plegarias de Jose, mi compañero de aventuras, que se quedó a unos cincuenta metros más inmovil que un Don Tancredo, suspirando por que fuese suficiente alimento para aquel par de fieras. Fue una situación bastante tensa que me puso el corazón más caliente que el motor de una ducati y que me dicidió por hacerme acompañar en las salidas de uno de esos sprays de defensa personal que ahora siempre llevo bien a mano. Afortunadamente aquel susto se quedó sólo en eso y los animales dieron media vuelta volviéndose por donde habían venido. En otra ocasión, en una tarde de verano, rodando solo por las carreteras solitarias de la vecina León iba ya al borde de la pájara atravesando pueblos desiertos bajo un sol de justicia cuando el instinto de supervivencia que a veces se despierta - y si no mal vamos- me hizo ver un animal que haciendo honor al nombre de su provincia debió de ver la bicicleta como una indefensa gacela y la carreterucha como la sabana africana porque se lanzó a por mí como si de hincarme el diente dependiera su vida. Es increible como se sacan fuerzas de flaqueza, aquel día hice el sprint mas largo de mi vida.
Pero como normalmente siempre voy con alguien y a los perros les vale cualquier hueso, mi amigo Jose, un día que cruzábamos hacia Fano, fue víctima de un pequeño matón con complejo de cocodrilo que le tiró un mordisco dejándole tatuada su pequeña dentadura durante unos días en el gemelo. Que se sepa ni uno ni otro tuvieron posteriores secuelas. El último episodio de estas escaramuzas cicloperrunas lo vivimos este sábado cuando un perro de esos que no hacen nada se me fue contra la bicicleta cuando bajábamos hacia la playa de España, atacando por el flanco derecho se vio sorprendido por una coz en el hocico, seguramente desconocía esa capacidad en quien aparentemente no tiene patas sino bielas pero a buen seguro es posible que lo recuerde la próxima vez. Y como unos crian la fama y otros cardan la lana esa pasada jornada acabamos en las fauces de Carlota esa pitt bull que se abalanza sobre tí sin preguntarte si eres conocido o desconocido y lo mismo se te sube a la chepa que te mata a lametazos. Historias de bicis y perros que seguro a ninguno os faltan.
Esi spray ¿valdrá pa osos? Porque cualquier día saldranos uno, ye lo que nos falta. Carlota una pasada ¡que mimosa! Pero claro, solo tien un añín.
ResponderEliminarEnhorabuena, me ha encantado tu historieta cicloperruna, y Carlota..... para comersela, haciendole gala al nombre de su raza, ¿ quien es tan estupido de echarle la culpa a una raza entera por los actos de ciertos individuos en malas manos? Que seais felices juntitos por mucho tiempo.
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